En 2020, el movimiento estudiantil conocido como “Fuck the Algorithm” emergió como una explosión de inconformidad frente a lo que parecía un flagrante acto de injusticia. Las protestas se centraron en denunciar la introducción de una nueva forma de desigualdad, donde un algoritmo se convertía en juez implacable de las calificaciones de estudiantes. Este episodio no fue un caso aislado, sino un reflejo de una problemática más amplia: a lo largo del tiempo, la inteligencia artificial ha expuesto sus sesgos, generando comportamientos discriminatorios que afectan contextos tan variados como la apertura de cuentas bancarias o la selección de candidatos para empleos.
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