Es 1943. En pleno corazón del desierto de Nuevo México, Estados Unidos, se ha levantado un complejo rodeado de misterio. Es el laboratorio de Los Alamos, el centro de operaciones del Proyecto Manhattan. La arena y las montañas desérticas han aislado a las mentes más brillantes de la época para trabajar en el desarrollo de la bomba atómica, el arma más poderosa que el mundo había conocido. En ese entorno de constante urgencia, donde la seguridad era tan estricta, ni siquiera los nombres reales de los científicos se mencionan. Las jornadas se alargan entre ecuaciones imposibles y discusiones acaloradas.
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