Los datos: del vuelo a ciegas a la inteligencia artificial con brújula
22 de febrero de 2025
Imagina que estás pilotando un avión en una noche cerrada, sin estrellas, sin instrumentos, sin GPS. Solo puedes confiar en tu intuición. Sería una locura, ¿verdad? Sin datos que guíen tus decisiones, estarías navegando a ciegas, esperando que la suerte te lleve a buen puerto. Esto mismo ocurre en el mundo de la inteligencia artificial. A menudo se la presenta como una especie de magia capaz de responder preguntas complejas y predecir el futuro con precisión milimétrica. Pero sin datos de calidad, su capacidad de análisis es tan útil como la de aquel piloto perdido en la oscuridad.
La historia de la aviación nos ofrece una lección fundamental: sin datos, no hay conocimiento. A comienzos del siglo XX, los ingenieros aeronáuticos se enfrentaban a un desafío: los aviones eran cada vez más rápidos y eficientes, pero todavía quedaban incógnitas sin resolver sobre cómo se comportaban los fluidos alrededor de las alas y el fuselaje. Sabían que el aire, aunque invisible, era un océano en movimiento, con vientos, turbulencias y patrones caóticos difíciles de predecir.
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