En medio del barro, el estruendo de los cañones y la desesperación de las trincheras, algo inesperado ocurrió durante la Primera Guerra Mundial: los humanos empezaron a computar como si fueran máquinas. Bajo presión, y con la urgencia de calcular con precisión milimétrica dónde caería un proyectil o qué rumbo seguiría un barco, nació una nueva forma de pensamiento: el pensamiento algorítmico aplicado al conflicto.
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