La alineación de la Inteligencia Artificial: un desafío entre la razón y la máquina
18 de febrero de 2025
En 1942, mucho antes de que la inteligencia artificial fuera más que un concepto embrionario, Isaac Asimov imaginó un mundo en el que los robots convivían con los humanos. Eso sí, sometidos a un conjunto de reglas inquebrantables. Las Tres Leyes de la Robótica, formuladas en sus relatos de ciencia ficción, eran un intento de prever lo que más tarde se convertiría en una cuestión urgente: cómo asegurarnos de que las máquinas actúan en armonía con los valores y objetivos humanos.
A medida que el siglo XX avanzaba, el desarrollo de la informática y la automatización abrió nuevas preguntas. Alan Turing, en su célebre ensayo de 1950 Computing Machinery and Intelligence, se preguntó si las máquinas podían pensar, pero dejó en el aire un dilema aún más inquietante: si pudieran hacerlo, ¿qué garantizaría que sus pensamientos fueran alineados con los nuestros? En la misma época, Norbert Wiener, pionero de la cibernética, advertía sobre los peligros de los sistemas autónomos mal diseñados. Para él, la automatización sin un control adecuado no solo podía fallar, sino que podía hacerlo de formas imprevisibles y potencialmente catastróficas.
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