En 1968, cuando Stanley Kubrick presentó su emblemática película "2001: Una odisea del espacio", logró anticiparse, con precisión quirúrgica, a las inquietudes y esperanzas sobre la inteligencia artificial que marcarían las siguientes décadas. Aquel año, mientras el mundo aún se maravillaba con las proezas tecnológicas de la carrera espacial, Kubrick llevó a la pantalla grande una representación fascinante y perturbadora del futuro tecnológico, encarnado principalmente en la computadora HAL 9000.
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