En 1616, mientras Europa atravesaba tensiones religiosas y científicas, un astrónomo alemán obsesionado con el movimiento de los planetas se detuvo ante un problema completamente distinto: ¿cómo calcular con precisión el volumen de un barril de vino? Johannes Kepler, conocido por sus leyes del movimiento planetario, publicaba aquel año un tratado curioso con un título en latín que parecía más propio de un manual de bodegueros que de un astrónomo imperial: Nova stereometria doliorum vinariorum, que podríamos traducir como Nueva medida estereométrica de los toneles de vino. Pero lo que a primera vista parecía una extravagancia se convertiría en una de las primeras piedras del cálculo integral.
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