En algún rincón del Berlín de principios del siglo XX, un caballo se convirtió en el oráculo de la modernidad. Se llamaba Hans, aunque el mundo llegó a conocerlo como Clever Hans, el caballo inteligente. Su dueño, Wilhelm von Osten, un profesor de matemáticas retirado, lo presentaba ante audiencias cada vez más atónitas. Hans parecía saber sumar, restar, multiplicar e incluso decir la hora. No hablaba, claro. Pero con una serie de movimientos de cabeza o golpes de pezuña respondía con precisión a operaciones aparentemente complejas.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a 365 relatos de la Inteligencia Artificial para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.